Descripción
Esta pequeña anémona tiene una base adhesiva que puede llegar a alcanzar los 15 milímetros de diámetro. Su columna, tipo pilar que puede llegar a los 3 centímetros de altura, es de color blanco con líneas verticales de color más oscuro, más visibles cuando esta está contraída, y que en su parte superior tiene unos puntitos transparentes por donde la anémona lanza rápidamente sus acontios. Presenta un disco oral de mayor diámetro que su base, que puede ser de color amarillo-naranja amarillo o blanco, rodeado de unos 120 tentáculos, finos y filamentosos de color blanco o anaranjados (pueden presentar marcas oscuras cerca de la base) cargados de cnidocitos; los tentáculos están dispuestos en cinco anillos concéntricos rodeando el disco oral dispuestos de forma irregular.

Hábitat y Biología
Desde los 3 hasta los 50 metros de profundidad, sobre piedras, guijarros, en cuevas, sobre laminarias o incluso sobre otros animales como esponjas y gorgonias, aunque lo más común es encontrarla en paredes rocosas, pero siempre en zonas expuestas a corrientes de marea entre moderadas y fuertes. Puede formar colonias que pueden llegar casi a tapizar una zona o presentarse como forma solitaria. Al ser molestadas liberan rápidamente unos filamentos blancos defensivos, los acontios, que están cargados de cnidocitos. 

Especies semejantes
Puede confundirse con una especie de la misma familia, Cylista elegans (Dalyell, 1848), sobre todo en sus variedades venusta y nivea, por su colorido similar en tentáculos y disco oral. Aunque esta especie es de mayor tamaño, posee un mayor número de tentáculos y acostumbra a ser solitaria

Distribución
Desde las Islas Británicas hasta las costas Portuguesas.

Curiosidades
El nombre de la especie, sphyrodeta, proviene de la palabra griega "sphyrodet" que significa cordón de zapato, haciendo referencia a los acontios (filamentos blancos) que esta actinia rápidamente expulsa.

Estas pequeñas anémonas, conocidas en lenguaje coloquial como "actinia", "anémona margarita" o "margarita de mar", llevan una gran carga de cnidocitos que usan para paralizar a sus posibles presas. Los buceadores descuidados acostumbran a no olvidar a este antozoo, debido a que se apoyan sobre él y cuando esas zonas tocan piel más sensible (normalmente la cara) sienten un terrible escozor que ocasiona una pequeña lesión parecida a una quemadura.